Arbol: ¡Peligro de muerte!
Tengo un sentimiento grande de desolación al escribir estas líneas; una profunda inquietud invade mi estado de ánimo después de contemplar como acaban de talar todos los árboles de la avenida de la Cruz en el barrio de Los Ángeles.
Como si de un desastre natural se tratara, quedan por el suelo todas las ramas cortadas, amontonadas junto a los edificios, y los troncos, desnudos, se apilan en el camión que los llevará al vertedero. Lo que hace un instante eran unos magníficos árboles llenos de vida, espigados, sobresaliendo por encima de edificaciones de cuatro plantas de altura, son ahora unos despojos inertes sin ningún provecho ni utilidad.
Sería bonito imaginar, a semejanza de lo que ocurre en la película de “El Señor de los Anillos”, que los árboles se revelaran ante este tipo de masacres y se defendieran haciendo saltar los dientes de la motosierra, pinchando las ruedas de los camiones, estropeando grúas y maquinas y produciendo a todo aquel que se acercara a ellos con aviesas intenciones una diarrea repentina que les obligara a comer higos chumbos durante un par de semanas.
Vivimos en una zona semidesértica donde predominan las buenas temperaturas y en los meses de verano se alcanzan valores elevados. La existencia de árboles en las calles de la ciudad no es un capricho ni una moda ecológica, sino un milagro y una necesidad. Debería estar rigurosamente prohibido cortar un árbol y en caso de ser necesaria la tala de un ejemplar, debería quedar compensada con la plantación de otros diez.
Desafortunadamente tenemos múltiples ejemplos de lo que ha ocurrido anteriormente con otras calles de nuestra ciudad, lo cual se puso de manifiesto en este mismo periódico.
La avenida Pablo Iglesias vio desaparecer todos sus magníficos árboles para ser sustituidos por unos naranjos raquíticos (La Voz 21-mar-2007). Ahora podemos contemplar sin obstáculos la bellísima arquitectura de sus edificios y las estilizadas líneas de las nuevas farolas con su luz azul añil, pero hemos perdido la necesaria sombra de antaño.
La calle Santos Zárate sufrió una actuación parecida a Pablo Iglesias y al día de hoy podemos ver las consecuencias: un paisaje desolador de árboles escuálidos que no sirven para nada, una tremenda temperatura que irradia del suelo y que espanta a los viandantes.
El aparcamiento de Obispo Orberá se llevó por delante la estupenda masa arbórea que refrescaba esa calle. Ha sido sustituida por unos maceteros de dudosa eficacia. Párense a contemplar la calle en la actualidad e intenten recordar como era antaño, verán que la diferencia es notoria… ¡A peor!
El aparcamiento de Padre Méndez se ha cargado unos ficus plantados en los años 90 del pasado siglo (La Voz 30-may-2008). Fueron colocados por niños y niñas almerienses y se recordaba tal acontecimiento con una pequeña placa con el nombre de la persona y la fecha de plantación: Todo un ejemplo de educación en valores ambientales y de respeto que ahora se ha quedado en agua de borrajas.
A pesar de las experiencias que hemos sufrido, donde calles que tenían una buena vegetación daban sombra y frescor y llenaban de vida el ambiente, se han convertido en la actualidad en eriales inhóspitos, desagradables; a pesar de esto se sigue practicando la misma política de arrasar árboles sin orden ni concierto ante la impotencia de la gente. Parece que no existe ninguna normativa o reglamento que nos proteja frente a actuaciones indiscriminadas y sin sentido, de modo que la próxima semana nos podemos encontrar con que un espabilado decide cortar todos los árboles del Paseo, incluido el Picus australiano y la palmera ¿Se imaginan la principal calle de Almería desnuda de vegetación? Pues aunque parezca una aberración es perfectamente posible.
¡Que alguien ponga remedio a este disparate!
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